11/10/2018@21:04:05
Como por desgracia le sucede a miles de españoles, todos tenemos amigos a cuyos hijos les ocurre algo muy similar a lo que padecen los nuestros, muchos de los cuales, con las carreras terminadas y habiendo superado la treintena, hasta ahora, no han sido capaces de encontrar un puesto de trabaja que les permita abandonar sus hogares, en la mayoría de los cosos por sentirse incapaces de afrontar el pago de un alquiler.
Mientras en las filas socialistas reconocen abiertamente estar viviendo momentos muy amargos, son los propios veteranos del partido los que vaticinan que “esto no puede aguantar más”. Cada día que pasa es peor que el anterior, discurriendo en un clima entre el asombro y la confusión.
Para el actual y contradictorio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con tal de continuar detentando el poder hará todo lo posible. De hecho ya ha comunicado que hasta el 2020 no serán convocadas elecciones generales…
Una vez más, los sesudos asesores de Pedro Sánchez han recurrido al manido recurso de exigir la exhumación del cadáver del dictador Francisco Franco y posterior traslado del Valle de los Caídos al lugar que decidan sus familiares.
En cualquier país desarrollado, cuando se trata de efectuar un nombramiento con rango de ministro, los posibles candidatos, al margen de reunir las características de idoneidad, conocimientos, experiencia, honorabilidad, etc., normalmente son sometidos a una serie de comprobaciones con el fin de evitar posibles sorpresas posteriores, requisito incumplido por parte del actual Gobierno del PSOE en el caso del ya exministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, con el consiguiente ridículo y merecidas críticas cosechadas.
Los españoles estamos padeciendo una larga, triste y convulsa etapa a la que no estábamos acostumbrados. Con paciencia, hemos ido asumiendo que cierto tipo de desastrosos acontecimientos ya forman parte de nuestra actual situación. A modo de ejemplo aunque existen muchos más, podríamos citar dos temas altamente significativos como son, la lacra de la corrupción en sus múltiples facetas, y como no, el independentismo catalán.
El comportamiento y declaraciones del actual presidente del Parlamento Catalán, Torrent, cuando menos, rayan entre la irresponsabilidad y el patetismo. Con su descarado uso partidista de las instituciones y obviando el más elemental sentido de la neutralidad a la que debería verse obligado por razones de su cargo, se está equivocando rotundamente.
Francamente tristes las intervenciones que nos regalaron nuestros políticos, tanto en el Pleno sobre pensiones como en el debate sobre la prisión permanente revisable. La imagen que están proyectando con situaciones como las comentadas dice muy poco en su favor.
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Tal como se están desarrollando los acontecimientos, entra dentro de lo posible que la familia Sánchez-Gómez, actuales inquilinos de La Moncloa, no disfruten mucho tiempo en dicho palacio con su servidumbre y comodidades incluidas.
El hartazgo de los lazos amarillos se ha convertido en algo insufrible. Lo que se inició como una insidiosa manifestación de solidaridad con los políticos presos y la pretensión de ser considerados como presos políticos, continuará dando la matraca…
Pretender vincular un homenaje a las víctimas del terrorismo con el aberrante empeño del independentismo catalán, supone, cuando menos, un mayúsculo despropósito.
A río pasado y como siempre sucede, serán muchos los que afirmen que el atípico acceso a la presidencia por parte de Pedro Sánchez sin pasar por las urnas era una “jugada cantada”.
La desafortunada y nefasta gestión que viene realizando Mariano Rajoy desde hace cierto tiempo, está siendo muy criticada por una gran parte de la ciudadanía e incluso por un sector de sus propios correligionarios, avocados hacia el descrédito y la consecuente ruina electoral.
Sin la menor duda y para común desgracia, una de las palabras más repetidas en los medios de comunicación a partir del 2008 fue el término “crisis”, cuya repercusión no afectó a todos por igual en función de los métodos empleados para superarla.
Mire Don Mariano, la ciudadanía, o gran parte de ella, se encuentra muy descontenta con su forma de actuar. Muchos de sus dirigentes, comenzando por usted mismo, lo único que comunican es pesimismo e indolencia.
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