Ya no estamos en los albores de los coches eléctricos o híbridos, ni mucho menos. Atrás han quedado aquellos primeros modelos sin apenas autonomía, que hacían que la población en general no se terminase de fiar de lo que ya se ha convertido en un auténtico modo de vida. Nos encontramos en la actualidad ante vehículos de gran potencia, porque no se debe de renunciar a ella pese a hablar de este tipo de coches, ni mucho menos.
Además, el consumo es ínfimo en cuanto a los híbridos enchufables, con entre dos y tres litros a los 100 kilómetros, y decenas en modo eléctrico, por no hablar de sus nulas emisiones al medio ambiente, responsables de más del 60% de la contaminación de ciudades como Madrid, que solo hace unos días tuvo que activar su protocolo, con restricciones en la velocidad en sus vías de acceso principales. No obstante, la Dirección General de Tráfico (DGT), equipara ambos modelos con su ‘etiqueta Cero’.
¿Cómo funcionan los coches híbridos enchufables?
Para ir despejando dudas, vamos directos a la composición de este tipo de coches, y es que los híbridos enchufables son como un puente entre los tradicionales y los eléctricos, puesto que utilizan las dos tecnologías: la propulsión de un motor térmico convencional con la de un eléctrico puro de cero emisiones. De hecho, pueden llegar a utilizar el modo eléctrico entre 40 y 50 kilómetros, e incluso en algunos modelos más.
Antes de decidirte por un coche de estas características, vamos a idear el perfil perfecto de usuario: aquellas personas que realizan trayectos más bien cortos, acostumbradas a coger el coche y, algo importante, con garaje propio. Pese a que cada vez hay más estaciones de carga públicas, el enchufe doméstico es la mejor opción, para no depender de condiciones externas. Su precio de instalación ronda los 1.000 euros, tanto en garajes privados como comunitarios, aunque a medio/largo plazo merece la pena hacer este inversión.
Su funcionamiento es sencillo: al utilizar los sistemas de propulsión citados, la ventaja sobre los vehículos eléctricos es que al agotarse las baterías, puede seguir adelante gracias al motor de combustión que coge del depósito de gasolina o diésel, dependiendo del modelo. Esto hace los desplazamientos más cómodos en este sentido, ya que con los primeros hay que trazar las rutas pensando en puntos existentes de carga, elevando sobremanera el tiempo del viaje.
Si nos fijamos en el coste también salimos ganando, ya que la media ronda los 3 euros por una autonomía de 35 kilómetros, algo menos de la mitad que nos costaría un vehículo de gasolina que gastase 6 litros a los 100 kilómetros. No obstante, aquí también dependemos de la tarifa que escojamos a la hora de hacer la carga, ya que si tenemos contratada una tarifa especial denominadas ‘valle’ o ‘supervalle’, como ofrecen la mayoría de los operadores, nos puede salir incluso más barato al cargarlo durante la noche.
Por tanto, nuestra conclusión es que si cumples ese perfil del que te hablábamos, y no haces trayectos largos a diario ni muchos kilómetros anuales, puedes estar ante la solución perfecta para combinar ahorro, comodidad y, por qué no, tu pequeña aportación al planeta.