Spanair cerraba 2010 con unas pérdidas de 115 millones de euros. El último mes de diciembre volvió a registrar una cifra también negativa de otros 186 millones. “A finales de 2011 se llegó a un acuerdo que parecía definitivo con Qatar Airways, por eso aguantamos”, explicaba el portavoz de la compañía, Jordi Juan. Sin embargo, la aerolínea qatarí se echaba atrás en el último momento, tras una reclamación interpuesta por las compañías “low cost” ante Bruselas por la que Qatar Airways podría verse obligada a devolver los fondos públicos de los que Spanair se ha beneficiado en los últimos años.
Las multas a las que se pueden enfrentar la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona si no cumplen con el plan de austeridad y su techo de gasto han hecho que su inversión en Spanair se haya detenido. Más de 140 millones de euros inyectados desde tiempos del “tripartito” hasta ahora, por parte de unas administraciones que entraron en la compañía con el objetivo de “hacer país”, adquiriendo un paquete de acciones mayoritario. La idea de crear una aerolínea íntegramente catalana se ha visto emborronada con una Spanair en una “posición privilegiada” con respecto a las otras empresas del sector. Una nube pública, cómoda y dulce que bien pudo ser la chispa que prendió la modorra ejecutiva de los gestores de la aerolínea.
Más de 4.000 puestos de trabajo (2.400 de ellos directos) que han llevado a la quinta aerolínea en facturación de los cielos españoles a los infiernos financieros. “Un cierre que pretendía ser tranquilo, aunque terminase siendo brusco”, en palabras del propio Jordi Juan, precipitado al ni siquiera contar la compañía con liquidez para pagar el combustible de sus aviones. Su nivel de deuda ha llevado a la aerolínea a acogerse al concurso de acreedores. Una garantía para los ahora nuevos acreedores de Spanair, entre los que se encuentran sus propios trabajadores.
Aunque sin embargo, y todavía pendiente de hacerse pública la lista concreta de acreedores y las cantidades que le corresponden a cada cual, el temor a que el total de deuda se agrupe en grandes partes dejaría desprotegidos a los primeros damnificados por el cierre de la aerolínea; sus trabajadores. Si así fuere y un único grupo reuniese el 50% de la deuda, no sería necesario fijar una Junta de Acreedores y, por ende, tampoco un calendario de pagos rígido. A la inversa de lo que dice el titular, del infierno al cielo les queda un purgatorio fruto de una mala gestión acomodada en un dinero público mal invertido.