Aunque su marido había emigrado a Irán dejándola en su país, el veredicto fue inmediato: adulterio, y la condena, implacable. De nada sirvió que el primo de la joven de entre 18 y 20 años se arrepintiera de su gesto y la devolviera a su familia. Su padre, tras pedir consejo a tres líderes religiosos del pueblo sobre como lavar la afrenta hecha al honor familiar, no tuvo ninguna duda pues estos supuestos “sabios” vinculados con los talibanes aplicaron la sharía —ley islámica— y establecieron que Halima debía ser ejecutada en público por nada menos que su propio padre.
La ONG Amnistía Internacional denunció este martes en un comunicado “la violencia endémica” que sigue golpeando a las mujeres de Afganistán y la falta de reacción de las autoridades ante este tipo de actuaciones pues a pesar de que el Gobierno afgano aprobó en 2009 una Ley de Eliminación de la Violencia contra la Mujer que, en teoría, debía sancionar los matrimonios forzosos, las violaciones, y la violencia física contra las mujeres, en la práctica la ley ha servido de muy poco pues se trata de un país donde, con frecuencia, son los líderes religiosos o las propias familias quienes ejercen la justicia que no la normativa legal.
“Las mujeres no solo se enfrentan a la violencia de su propia familia por razones de ‘honor’, sino que, a menudo, sufren violaciones de derechos humanos por decisión de tribunales tradicionales e informales”, explica la experta de Amnistía Internacional, Horia Mosadiq.
La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (CIDHA) registró más de 4.000 casos de violencia machista en el país tan sólo entre marzo y octubre de 2012, un 28% más que en el mismo periodo del año anterior. Por desgracia, los autores consiguen escapar a menudo sin ser condenados por sus crímenes. “Los responsables se enfrentan muy pocas veces a la justicia”, lamenta Mosadiq.
El padre de Halima y los tres “jueces” que mandaron asesinarla no han esperado a ver que iban a hacer con ellos las autoridades. Tras haber asegurado el honor de la familia de la joven, huyeron y están en paradero desconocido.
Puede que algún día regresen a sus casas e incluso que integren las fuerzas del orden. Según la CIDHA, la policía afgana de Badgis recluta en ocasiones individuos sospechosos de violentar a las mujeres, como el comandante talibán y 20 de sus hombres implicados en la lapidación de una viuda de 45 años en 2010 que ya forman parte de las fuerzas del orden.
Esta situación no se puede tolerar. La tergiversación de la ley islámica o la costumbre musulmana no puede ser razón suficiente para aprobar una ejecución sumaria de una mujer y mucho menos por un acto que para el hombre no supone apenas riesgo. ¿Dónde está escrito semejante injusticia? ¿No es hora ya de avanzar? ¿Acaso no se dan cuenta que llevan casi trescientos años de retraso cultural? Parece que no.