En la quinta y última edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés) la adicción al sexo no aparece descrita como trastorno en ninguna de sus controvertidas páginas y tampoco la edición anterior, el DSM-IV, consideraba la adicción al sexo como una categoría diagnóstica, aunque admitía la existencia de pacientes con malestar debido a un patrón de relaciones sexuales repetidas, que clasificaba como ‘trastorno sexual no especificado'.
Pero a pesar de lo que diga el manual, hay personas que viven su deseo sexual como un problema. "Aunque se ha desestimado el trastorno hipersexual como nuevo diagnóstico, los pacientes siguen yendo a consulta por un aumento en la frecuencia, intensidad de fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales que les provocan malestar significativo, deterioro social u ocupacional", explicaba a Sinc Carlos Chiclana, psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
"En la pasada década estos comportamientos han recibido una atención creciente, pero existen aún dudas sobre si constituye un trastorno adictivo, del ámbito del trastorno obsesivo compulsivo o de la patología del control de los impulsos", añadía este investigador.
El término adicción, dependencia al sexo o sexo compulsivo se aplica a un patrón de actuación por el cual las personas buscan compulsivamente experiencias sexuales nuevas, precisan de multitud de parejas diferentes para satisfacer sus necesidades eróticas y se produce gran frustración cuando no consigue satisfacer su deseo.
Para Ángel Luis Montejo González, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental (Aesexsame), la compulsividad sexual se define como una falta de control sobre este comportamiento, lo que, indirectamente, implica una conducta autodestructiva de quien lo padece.
"Cuando una persona se preocupa en exceso por el sexo y continúa comprometiéndose en actividades sexuales compulsivas a pesar de las consecuencias adversas que puede conllevar (deterioro de su vida de pareja, trabajo, salud, libertad personal, etc.) se considera adicto al sexo", afirma Montejo González.
No existen datos epidemiológicos definitivos -sí hay, por el contrario, cuestionarios y pruebas que facilitan su diagnóstico-, pero según Chiclana, los últimos estudios refieren que su prevalencia estaría en torno al 2% de la población.
Psiquiatras vs sexólogos
La postura de los expertos en relación con la adicción al sexo depende mucho de su especialidad: mientras que la mayor parte de los psiquiatras consideran que está fuera de su ámbito, los sexólogos se declaran especialistas en su diagnóstico y tratamiento.
"Existe una controversia considerable en torno a cómo debería designarse este síndrome y sobre a qué categoría diagnóstica pertenece. El modelo que describe el origen de la adicción es el que parece más apropiado, ya que comparte características comunes con otras adicciones como el juego, el alcohol o las drogas", apuntaba el director científico de la Aesexsame.
Sin embargo, Miquel Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, proclama que no se trata, en ningún caso, de un trastorno psiquiátrico. "Ni la adicción al sexo ni la ninfomanía aparecen en el DSM, sino que solo son consideradas conductas sexuales", replica.
Otro punto de vista es el que sostiene Carlos Chiclana para el que "no es un mito, existe tanto en varones como en mujeres". De hecho, la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) -que redacta la Organización Mundial de la Salud (OMS) con profesionales de todos los países miembros- recoge bajo el epígrafe F52.7 el impulso sexual excesivo.
La definición de la OMS describe que "tanto los varones como las mujeres pueden quejarse ocasionalmente de un impulso sexual excesivo como un problema en sí mismo, generalmente durante el final de la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. Cuando el impulso sexual excesivo es secundario a un trastorno del humor o cuando aparece en los estadios iniciales de la demencia, debe codificarse aquí".