En estos tiempos que corren parece ser que ni siquiera la representación de Dios en la Tierra se libra de una crisis, aunque sea de valores. Dos semanas después de que el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, fuera detenido por la filtración de documentos procedentes de la Santa Sede, los escándalos no dejan de sucederse continuamente y cada vez son más los implicados en esta trama de “agentes dobles”.
El nuevo escándalo que salpica ahora a la ciudad del Vaticano tiene nombre y apellidos: Emanuela Orlandi. Una niña de 15 años desaparecida hace treinta años junto a la iglesia de San Apolinar en Roma. Su padre trabajaba como funcionario en el Vaticano y siempre se pensó que su desaparición estuvo relacionada con el terrorismo internacional. Su caso había pasado al olvido, pero entre todas las filtraciones que se han producido desde la ciudad santa su nombre ha vuelto a la galería pública. Todas las pistas se dirigen a Boston, a una dirección en la cual vive un cardenal tachado de pedófilo. Benedicto XVI no se pronuncia sobre este asunto a pesar de las insistencias de la madre de Emanuela. Su silencio es el protagonista.
Tanto misterio y tan pocas explicaciones acerca de los nuevos acontecimientos que vienen desde Italia han hecho que, la semana pasada, el Papa recibiera un abucheo por una parte de
las personas que se concentraban en la plaza de San Pedro. Un hecho que jamás en la historia había sucedido.
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