El primero, en el Ciudat de Valencia, el Levante demostró que su situación en la tabla poco a poco se va transformando de una ilusión inicial, en una realidad.
Se conjuró el equipo levantino, unido por la trágica pérdida de la hija recién nacida de Iborra, cuyo nombre casualmente coincide con el mayor arma que poseen los blaugranas: el Alma.
Y es que partido a partido, jugadores veteranos, descartados por otros equipos, que se han resisitido a la rendición, demuestran como se puede ganar a cualquier rival y, tras 14 jornadas, estabilizarse en los primeros puestos de una liga tan competitiva como la patria.
Tras un breve inicio agresivo por parte del Levante, el Sevilla se hizo por incercia, casi sin querer con el control del partido. La imprecisión del equipo hispalense, y un desaparecidísimo Negredo hicieron que el partido llegase al descanso con el marcador inicial inmóvil y la sensación de que el Sevilla estaba perdonando, tal vez demasiado, la vida a los de casa.
Comenzó la segunda parte frenética, con dos grandes intervenciones de Munúa ante Del Moral y poco después, casi sin tiempo para que la grada respirase, se produjo la jugada del gol en la portería contraria.
Llegó tras un buen cabezazo del incombustible capitán levantino, Ballesteros, en un córner.
Negredo sacó el balón bajo palos, pero se hizo un lio a la hora de despejarlo, ya que generalmente no suele ser su cometido, y ahi estuvo rápido Nano para meter la puntera y transformar el único gol del partido para el Levante, que cada vez más parece un candidato serio a los puestos de Champions.
Parecida historia la del Benito Villamarín, con un grande jugando como visitante y siendo incapaz de rentabilizar su dominio en el juego.
Decidió aliarse Pepe Mel con el caos, alineando cuatro delanteros, con el propósito de poner fin a su racha de diez partidos sin ganar.
El vago dominio del Valencia durante todo el partido, traducido escasamente en un gol de Soldado en el 66 nos hizo llegar al 90 creyendo que la estrategia del técnico bético se había vuelto en su contra.
Pero con el caos nunca se sabe, y en este caso decidió premiar la locura, y castigar el conformismo gris del Valencia.
Cuando todo parecía vendido, entrados ya en tiempo de descuento, Juanma, que llevaba diez minutos en el campo, le regaló dos goles en apenas dos minutos a Ruben Castro que hasta ese momento había estado desaparecido en el partido. "Mejor tarde que nunca", en cualquiera de los dos sentidos para los de casa.