El proponerse resolver la normalidad social y la convivencia pacífica de la sociedad catalana, a nivel de frase y como intención es digno de encomio, pero al extrapolarlo a la realidad teniendo en cuenta el duro enfrentamiento existente entre independentistas y no independentistas, incluso en muchos casos en el propio entorno familiar, mucho nos tenemos que con el elevado índice de fractura ciudadana alcanzado, el logra de esa ansiada paz social se supone harto difícil o en defecto, pura fantasía.
Lo más claro que nos aparece en la nueva política defendida por Trump, y en clara línea asociado con el Brexit, Le pen, Orbán, etc., es la defensa a ultranza del viejo nacionalismo. Que porqué viejo, porque intelectualmente ya está superado. Ya conocemos lo mucho de bueno y lo funesto de malo que ha traído, y más parece de otra época anterior.
Para mí es apasionante comprobar a lo largo de la historia de la especie humana cómo se ha ido desarrollando el equilibrio entre los dos géneros, Masculino y Femenino.
Ya es bien conocido que dicho sentimiento es el que adquiere cualquier animal por los distintos sentidos para integrarse con los suyos. Sabemos que un patito sigue al que esté al lado cuando sale del huevo. En el caso de los humanos la pertenencia se adquiere por los afectos de la niñez y el adoctrinamiento de un idioma, unas costumbres, ciertas creencias y una forma determinada de vivir.
En cada tiempo y lugar impera una ideología dominante. Ni mejor ni peor. La que se ha impuesto en ese momento porque es considerada por las élites y la mayoría de los administrados como la posible, o la más adecuada, o la que lleva tiempo imperando y aún no ha nacido otra mejor.
Entre desconcertante y penoso resultan todas las torpezas cometidas últimamente por Puigdemont, presidente de la Generalidad, Forn, consejero de Interior y, Trapero, responsable de los Mozos de Escuadra. No es de recibo el mentir tan burdamente pretendiendo distorsionarlo todo y tergiversando los hechos en lugar de asumir las realidades.
Entre tanto visionario e iluminado, comenzando por el osado Puigdemont, la única verdad es que nadie del Gobierno catalán tiene la menor idea de lo que puede suceder el 1º de octubre.
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Supongo que desde que se despertó la llamada conciencia humana, todos los grupos sociales, con sus brujos y chamanes al frente -después los filósofos griegos- lo que han pretendido ha sido tratar de comprender el mundo que les rodeaba.
Ya sabemos que el Fondo de la mediación está en que manden unas élites políticas o las otras. Nuestro siguiente paso consiste en hablar con “Las partes”.
¡¡Hartazgo!! Es la sensación percibida por todos los españoles y la mitad de los catalanes. Pretender ridiculizar al Gobierno de la nación en momentos tan críticos como los que estamos viviendo solo constituye otra forma más de favorecer al independentismo.
Sin la menor duda, los españoles, estamos soportando por uno de nuestros peores momentos. Concretamente nos encontramos ante una especie de golpe de Estado, y no precisamente sobrevenido sino anunciado y con escaso tiempo para frenarlo.
En varios libros y en decenas de artículos me he dedicado a criticar la visión mayoritaria actual, del mundo que nos rodea y a nosotros mismos dentro de él, contemplada y explicada desde el punto de vista de las religiones e ideologías. Eso ya no es posible.
El recientemente fallecido ex presidente de Caja Madrid, suicidado o asesinado, según se lo crean los ingenuos lectores, fue durante años un personaje siniestro ocupado sólo a enriquecerse a costa de una entidad de ahorro que fue modélica.
Dicen que cuando una mentira se repite miles de veces y son muchos los dedicados a tal menester, termina convirtiéndose en verdad y admitida como tal.
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