El proponerse resolver la normalidad social y la convivencia pacífica de la sociedad catalana, a nivel de frase y como intención es digno de encomio, pero al extrapolarlo a la realidad teniendo en cuenta el duro enfrentamiento existente entre independentistas y no independentistas, incluso en muchos casos en el propio entorno familiar, mucho nos tenemos que con el elevado índice de fractura ciudadana alcanzado, el logra de esa ansiada paz social se supone harto difícil o en defecto, pura fantasía.