Sandra Sánchez se colgó la medalla de oro en la modalidad de kata en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Se convirtió en la única mujer de la historia en lograr esta hazaña. Con esta presea sumó un metal más a su palmarés. Un palmarés en el que lucen 28 oros, 10 platas y 9 bronces entre campeonatos del mundo, de Europa, premier leagues y Juegos Olímpicos. Números solo al alcance de privilegiadas, trabajadoras y soñadoras. Números que la convierten en la mejor karateca de todos los tiempos en la modalidad de kata.
Fátima Gálvez se subió a lo más alto del podio en la capital nipona junto a Alberto Fernández en foso olímpico mixto. Un logro más que añadir a una carrera de éxito en la que también ha conquistado infinidad de medallas mundiales y europeas. Todas ellas fruto de una vida de entrenamiento, dedicación y compromiso.
Del oro nos vamos a la plata. Y de Tokio a Pekín. Allí Queralt Castellet consiguió el primer metal plateado para España en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Sus quintos Juegos Olímpicos de Invierno. Lo hizo en snowboard. Disciplina que practica desde los seis años y por la que decidió emprender su propio viaje deportivo y personal para desarrollarse como deportista de élite. La pasión y la ilusión por su deporte la llevaron a cumplir su sueño. Y ese sueño la convirtió en todo un ejemplo.
Y si hablamos de ejemplo, de superación, de compromiso y de no rendirse tenemos que hablar de Teresa Portela. Madre, deportista y medallista. Porque quien la sigue la consigue. Y tras quedarse a las puertas de los metales en cuatro de sus cinco participaciones previas, en sus sextos Juegos Olímpicos, llegó la recompensa. Una recompensa en forma de medalla de plata en K1 200.
Otra madre, deportista y medallista es Maialen Chourraut. En Tokio 2020 se colgó su tercera presea olímpica en aguas bravas. La que le quedaba. La de plata. Es leyenda de nuestro deporte. Ya lo era antes de Tokio y en Tokio lo volvió a demostrar. Cada vez que compite su figura se agranda más. Es incansable, trabajadora y soñadora. Es un auténtico referente.
En la capital nipona nació una estrella. Una estrella con una sonrisa permanente. Una estrella llamada Adriana Cerezo. A sus diecisiete años se coló en una final olímpica que no ganó por apenas siete segundos. A sus diecisiete años se coló en los libros de historia como la taekwondista más joven en colgarse una presea en unos Juegos Olímpicos. A sus diecisiete años es ya un ejemplo a seguir para las más pequeñas.
Hicieron historia en Londres 2012 y repitieron en Tokio 2020. Sin miedo y con ganas de revancha vencieron uno a uno sus partidos hasta plantarse en la final olímpica. No pudieron vencer, pero volvieron a dejar muestra del equipo que son. De que la selección femenina de waterpolo nunca se rinde. Que llegaron para quedarse y que ya no hay quien las baje del podio.
En ese podio también se subió Ana Peleteiro. En concreto al tercer escalón. Una Ana Peleteiro a la que la podríamos definir a la perfección con cuatro palabras: garra, carácter, sacrificio y valentía. Cuatro características que le han llevado hasta donde está. Que la han situado entre las mejores triplistas del mundo y en lo más alto de la clasificación de las mejores triplistas de nuestro país.