Libia se muestra como un país de grandes contrastes en su primer día de elecciones desde 1964, en un sábado histórico para la futura democracia del país. En las primeras horas de este intensivo día los habitantes de Trípoli demostraban un júbilo desbordado que contrastaba con la incertidumbre de los votantes de ciudades como Bengasi, donde un colegio electoral fue asaltado por hombres armados.
También en otros lugares del país se han sucedido diversos incidentes donde se han producido varias agresiones contra centros electores, que han forzado a suspender momentáneamente las elecciones en las localidades de Ajdabiya y Brega. Según una fuente de seguridad, grupos de libios defensores del federalismo, que consideran que el este del país estará infrarrepresentado en la asamblea legislativa que se elige hoy, y algunos islamistas radicales, irrumpieron en varios centros de voto y quemaron o robaron las urnas.
En la capital del país numerosos vehículos recorren los barrios de la ciudad con banderas y tocando el claxon para festejar las elecciones al Consejo Nacional General, que sustituirá al actual Consejo Nacional de Transición, máxima autoridad del país desde el estallido de las revuelta popular armada que acabó con el régimen de Muamar al Gadafi.
Abderrahim al Kib, primer ministro transitorio ha ejercido su derecho al voto y ha afirmado que estas primeras elecciones han sido acogidas de forma extraordinaria por el pueblo libio salvo “algunas excepciones” y que su pueblo “sorprenderá al mundo” con estas elecciones.
A pesar de los diversos conflictos las mezquitas de la ciudad principal e incluso los colegios electorales, comenzaron a gritar al unísono "Allahu Akbar" (Dios es grande), como ocurrió cuando las fuerzas de Gadafi fueron expulsadas tras el levantamiento, para atraer a los electores a las urnas. Debido a los ataques la participación ha sido por el momento tímida, en una jornada decisiva para una población que todavía está aprendiendo lo que significa la democracia.