Anders Breivik, 33 años, noruego, ojos azules, rubio, de tez pálida y fuerte físico. Así es el autor del mayor asesinato jamás ocurrido en la historia de Noruega. Con el brazo levantado y el puño cerrado, al más puro estilo hitleriano, entró en la sala donde hace dos días comenzó el juicio donde se le acusa del doble ataque perpetrado en Oslo y en la isla de Utoya. Breivik se enfrenta a la pena de 21 años de cárcel (la mayor en este país) por la muerte de 77 personas en julio del año pasado.
Durante la primera sesión del juicio, Breivik confesó ser el autor tanto de la colocación de la bomba en el centro político de Oslo, como de la matanza ocurrida en la isla de Utoya. Lejos de arrepentirse, el asesino confeso, con frialdad y sin remordimientos no dudó en recalcar que “¡sí!, lo volvería a hacer”. El autor describe la matanza como un “acto político espectacular y sofisticado”.
Breivik pidió ayer, en la segunda sesión del juicio, que fuera absuelto por el tribunal ya que la ejecución de los ataques la hizo para “defender al pueblo noruego de la invasión musulmana”. Además, el asesino rechaza al tribunal por ser multirracial y multicultural. Asegura que Europa se está convirtiendo en un “infierno” por culpa de esta “invasión”.
El proceso judicial se puede alargar hasta 10 semanas y todavía tiene que pasar por los procesos más grotescos, entre ellos la declaración por parte de la defensa de Breivik. El objetivo del asesino es demostrar que mientras perpetró el doble asesinato se encontraba en sano juicio y que su meta era defender a Noruega con su lucha “anti-musulmana”.