Estamos acostumbrados en el Catolicismo a no poder contradecir a nuestra máxima autoridad religiosa, El Papa. Eso ha dado lugar a una estructura psicológica y a unas maneras políticas: la de no decir -con respeto y buenas maneras, por supuesto- lo que pensamos, que llevan a que no avancemos.
A pesar de que puede que con nuestro pensamiento y el de otros muchos enriquezcamos la cultura en general. Supongo que no es necesario decir aquí que “cuatro ojos siempre ven más que dos”, o lo que técnicamente decimos los mediadores: “El rendimiento de un grupo siempre es superior al mejor de sus componentes”.
Hago esta introducción para explicar en que se equivoca el Papa, a raíz de la frase: “Si alguien ofende a mi madre puede que le dé un puñetazo”.
Se equivoca porque, al entrar de hoz y coz en la polémica que se ha hecho manifiesta estos días a raíz del atentado de París, se posiciona en el lado malo, y por ello, equivocado. Dicha polémica es la siguiente: Puede alguien –o un grupo por muy numeroso que sea- creer en los dogmas que crea conveniente, convertirlos en “Sagrados” y esbozarlos ante los demás. ¿Esas creencias son para la intimidad, el ocio, el tiempo libre, o la vivencia personal o en familia, o puede llevarlas al espacio público? ¿Puede alguien esgrimir en las leyes que como cree en esto o lo otro sea aplicable a los demás? Es decir, se conviertan en leyes de obligado cumplimiento para todos.
Hay dos posiciones, la de los que defendemos –porque es un conocimiento contrastado y aplicable a través de la demostración y la experiencia a todo el mundo- que cualquier persona o grupo puede creer en lo que vea conveniente –además, por más que luchemos va a pensar cada uno lo que quiera- pero precisamente por eso, porque son sus creencias o pensamientos, o sentimientos, y estos siempre serán RELATIVOS y SUBJETIVOS. Si quiere convivir con los demás ha de acudir a los pactos públicos y someterse –como todos- a los acuerdos que alcancemos para la convivencia en paz y equilibrio. Un ejemplo, a mí me puede parecer más apropiado el matrimonio monógamo, y cumplirlo y amar solo a una mujer, pero si mi comunidad por sus leyes acuerda el matrimonio polígamo, yo debo respetarlo y someterme a la ley.
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