Las declaraciones en cuestión son las siguientes: “Matar a un niño indefenso, y que lo haga su propia madre, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer, porque la tragedia se la traga ella”.
Me parece completamente inaceptable que una institución como es la Iglesia, con toda la repercusión social que tiene y con el poder que ejerce al permitírsele ejercer la docencia, siga manteniendo a semejante salvaje en el cargo, dos años después de decir tal barbaridad (en la web del arzobispado sigue apareciendo la imagen de este señor).
Es repugnante, hasta para un ateo confeso, que alguien que se considera descendiente de Dios y por lo tanto de su hijo Jesucristo, según la doctrina del Cristianismo, pueda referirse a un semejante en estos términos. No olvidemos que este hombrecillo defenderá en su homilías aquello del “todos somos iguales para los ojos del señor”. Pero entonces, ¿qué pasa con las mujeres que deciden abortar?
Según este señor deberíamos cogerlas a todas, maniatarlas, lapidarlas, y después practicarles la abrasión genital a ver si así se tragan toda la tragedia que han generado con el acto abortista. Seguro que este señor prefiere que en lugar de una Ley que regule estos actos, todas aquellas madres que no pueden o no se ven capaces de criar a su propio hijo lo abandonen a su suerte o le proporcionen unas condiciones de vida infrahumanas.
El derecho a abortar es un avance social, y la decisión corresponde únicamente a la madre por lo mismo que apunta este señor, “la tragedia se la traga ella” único punto del discurso en el que estamos de acuerdo. ¿Cómo puede superar y afrontar una madre, una persona, el renunciar a una vida engendrada por ella? ¿En qué situación se tiene que encontrar alguien para decidir abortar?
El aborto es un tema muy difícil de tratar por todas las connotaciones sociales y personales que implica, pero desde luego con este tipo de declaraciones no se está enviando el mensaje correcto a quien quiera que escuchase a este señor pronunciarlas. Este sinvergüenza autoriza a maltratar a las mujeres por abortar y muestra claramente cual su lugar en el mundo para algunos sectores de la iglesia, el de total subordinación al hombre, así que desde aquí y dos años después le quiero lanzar una pregunta al señor Arzobispo de Granada y a la Iglesia en General.
¿Qué hacemos con alguien que autoriza el maltrato sin límites hacia un semejante, que puede llevar a la muerte de un inocente como ocurre con los abortos, y que además habla con total banalidad de un asunto de tan compleja solución como lo es la violencia de género?
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