Así lo ha asegurado el experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), Federico Argüelles Arias.
La intolerancia a la lactosa es una enfermedad, y no siempre autogestionarla es bueno para combatirla: "Aunque se considera que los pacientes pueden tolerar una cierta cantidad (unos 12 gramos) de lactosa al día, la casuística es tan variada y personal que, ante la sospecha de intolerancia, es necesario confirmar el diagnóstico a través de un especialista. Las pruebas son sencillas y no invasivas y nos permiten adecuar las medidas preventivas al paciente", comenta Argüelles Arias.
El umbral de sensibilidad es el culpable de que no a todas las personas les afecte del mismo modo, incluso hay algunas que permanecen toda su vida sin mostrar síntoma alguna, pues su grado de sensibilidad es más bajo que la cantidad de lactosa que consumen al día.
Uno de los grandes problemas en cuanto a este "mal" es su sintomatología, ya que suele confundirse fácilmente con otras enfermedades digestivas: hinchazón abdominal, diarrea, gases abdominales, flatulencia o meteorismo, dolor abdominal, retortijones, nauseas o vómitos.
"Sabemos que los asiáticos pierden entre el 80 por ciento y el 90 por ciento de actividad de la lactosa. En cambio, en los europeos del norte la actividad de la lactosa se mantiene de forma más estable que en los europeos del sur y por tanto, no desarrollan intolerancia a lactosa con tanta frecuencia como en los países del sur de Europa", ha concluido.