Greenpeace conmemora el 40 aniversario del atentado contra el Rainbow Warrior, ocurrido en 1985 en Auckland, Nueva Zelanda, donde agentes del gobierno francés bombardearon el barco, resultando en la muerte del fotógrafo Fernando Pereira. Este ataque buscaba silenciar las protestas antinucleares, pero generó una ola de indignación que fortaleció el movimiento ambientalista. En un contexto de creciente violencia y represión hacia los activistas, Greenpeace destaca la importancia del activismo frente a la crisis climática y social actual. La organización continúa su labor de denuncia y justicia, recordando que "no pueden hundir un arcoíris" ni silenciar la esperanza.
Madrid, 10 de julio de 2025. Este día marca el cuadragésimo aniversario del ataque al Rainbow Warrior, el emblemático buque de Greenpeace, que fue bombardeado en el puerto de Auckland, Nueva Zelanda, por agentes del gobierno francés. El atentado resultó en la trágica muerte del fotógrafo Fernando Pereira.
El ataque contra el Rainbow Warrior se concibió como un intento deliberado de silenciar las protestas antinucleares en el Pacífico y frenar el activismo ambiental. Sin embargo, este acto provocó una ola de indignación a nivel global y fortaleció a la organización internacional. La frase “no puedes hundir un arcoíris” se convirtió en un símbolo para aquellos que luchan por un futuro mejor.
En una ceremonia conmemorativa, Mads Christensen, Director Ejecutivo de Greenpeace Internacional, expresó: “Este aniversario no es motivo de celebración; es un momento para recordar a Fernando Pereira y a la tripulación del Rainbow Warrior, así como la misión que los llevó al puerto de Auckland”.
Añadió: “Hace cuarenta años, el gobierno francés intentó intimidar a activistas pacíficos con bombas. No solo intentaron hundir un barco: intentaron hundir un movimiento y silenciar la voz de la esperanza”. Christensen subrayó que los problemas que llevaron al Rainbow Warrior al Pacífico siguen siendo críticos y no han sido resueltos.
“Este año, Greenpeace viajó a las Islas Marshall para realizar pruebas científicas y documentar la devastación continua y los impactos en la salud derivados de las pruebas nucleares”, explicó Christensen. “Cuarenta años después de estas pruebas, las comunidades aún exigen justicia”.
Valentina Carvajal, responsable de Campañas de Paz y Desarme de Greenpeace España, destacó: “En un mundo cada vez más amenazado por guerras, crisis climática y pérdida de biodiversidad, el activismo es hoy más necesario que nunca”.
A pesar del paso del tiempo, la sociedad civil continúa enfrentándose a la violencia y represión. A las bombas se han sumado demandas SLAPP (estrategias legales utilizadas por grandes empresas para silenciar a activistas). Los ataques físicos ahora incluyen tácticas diseñadas para llevar a las organizaciones a la quiebra, pero el objetivo final sigue siendo el mismo.
“Pero no pudieron hundir un arcoíris, ni podrán silenciar la esperanza”, concluyó Valentina Carvajal. No pueden derrotar la creencia de que no solo es posible cambiar las cosas, sino que juntas podemos transformarlas para mejor.
Hace 40 años, el buque insignia de Greenpeace, el Rainbow Warrior, fue bombardeado en el puerto de Auckland (Nueva Zelanda) por agentes del gobierno francés, lo que resultó en la muerte del fotógrafo Fernando Pereira.
El atentado fue un intento deliberado de silenciar las protestas antinucleares en el Pacífico y frenar el activismo ambiental. Sin embargo, provocó una ola de indignación global y fortaleció a Greenpeace como organización internacional.
Mads Christensen, Director Ejecutivo de Greenpeace Internacional, afirmó que este aniversario no es una celebración, sino un momento para recordar a Fernando Pereira y a la tripulación del Rainbow Warrior, así como la misión que los llevó al puerto de Auckland.
Cuarenta años después del ataque, los temas relacionados con las pruebas nucleares en el Pacífico siguen siendo críticos y no están resueltos. Greenpeace continúa documentando los impactos en la salud derivados de estas pruebas.
Valentina Carvajal señala que la sociedad civil se enfrenta a violencia y represión, incluyendo demandas SLAPP utilizadas por grandes empresas para silenciar a activistas y periodistas. A pesar de estos desafíos, el activismo es más necesario que nunca.
El mensaje final es que aunque intenten silenciar la esperanza y detener el cambio positivo, "no pueden hundir un arcoíris" ni derrotar la creencia de que juntos podemos cambiar las cosas para mejor.