Millones de dólares, millones y millones salen del bussines del crudo. Uno de los negocios más rentables, si no el que más, del último siglo.
Con su núcleo económico en países como Emiratos Árabes, Arabia Saudí o Rusia, este mercado está creciendo frente a la desaceleración occidental en tiempos de crisis. Un lobby del petróleo que está conquistando los mercados que se propone, y uno de esos mercados es el deporte, más concretamente el fútbol.
Hoy en día no es extraño leer un periódico y no ver noticia alguna en la que los polémicos petrodólares no hayan tomado parte. Casi como una hopa hostil, el negocio del petróleo ha ocupado casi la totalidad del capital financiero de algunos de los equipos más importantes de Europa. Desde los últimos diez años se han destinado casi mil millones de euros procedentes del oro negro en el desarrollo del fútbol en nuestro continente, ocasionando tremendos desajustes económicos entre los equipos y alterando en gran medida el statu quo de este deporte de la manera más fuerte que se recuerda en muchísimos años.
Con esa ventaja económica, el aspecto deportivo pasa a un segundo plano, el debate ha empezado. ¿El hecho de que el dinero tengas más importancia que el propio fútbol ha contaminado este deporte? Hay opiniones que van más allá en algunos círculos más críticos. ¿Debemos permitir que los petrodólares roben la esencia del fútbol? ¿Debemos establecer unos límites?
De momento, la FIFA, la UEFA, y diversos organismos deportivos, parecen haber sido convencidos ante la contundencia del dinero. Por ejemplo, el Mundial 2018 será organizado por Rusia, el segundo país líder en exportación de petróleo en el mundo. El Mundial de fútbol del año 2022 será celebrado, con algunas acusaciones sobre votos comprados, en Qatar, un país con toda la legitimidad de poder organizar un acontecimiento de tal magnitud como cualquier otra nación, con el derecho a tener las mismas oportunidades. Sí. Pero con unas condiciones para el desarrollo de este deporte más que criticables, incluso nocivas. Varios expertos han coincidido en que las temperaturas del país no son ya no poco aconsejables, sino peligrosas para la integridad de los jugadores, y más en verano. Ya que hay un gran riesgo para el jugador, y para no perder esa cantidad ingente de dinero, la FIFA ha propuesto trasladar el torneo a Enero, alterando de manera inimaginable las competiciones domésticas.
La llegada de este lobby del petróleo al fútbol ha sido lenta. Hace ya casi una década que empezó a invertir en este deporte y las cosas no le fueron rodadas desde un principio. Todos recordamos a aquellas viejas glorias, a aquellos jugadores que triunfaron en la élite como Hierro, Guardiola, Romario, los hermanos de Boer, o Effenberg que en el ocaso de sus carreras emigraron a Oriente atraídos por aquel dinero, un dinero que de momento solamente atraía a jugadores a punto de retirarse. Pasaron los años y el dinero dejó de atraer a europeos para ir a Europa. Uno de los ejemplos más significativos, si no el que más, es el del Manchester City. Comandado por la fortuna de la familia Al-Fahid, el club pasó de ser un equipo que coqueteaba con el descenso a tener uno de los cinco presupuestos más fuertes del mundo y contar con una plantilla con grandes jugadores.
Sin salir de las islas, podemos citar a un histórico de la capital inglesa, el Arsenal, club que construyó su nuevo y moderno estadio, el “Emirates”, con 100 millones de euros de la empresa Fly Emirates, que da nombre al campo. El Paris Saint Germain, un equipo estancado tanto en su liga como en Europa la última década, ha contado este año con el desempeño monetario de la familia Al-Thani, que también posee la entidad del Málaga Fútbol Club, gastándose más de 60 millones de euros en fichajes, contratando a jugadores top como Pastore o Ménez, cuando el gasto medio del club los últimos veranos era de menos de15 millones de euros. Estos jugadores contaban con ofertas de más enjundia deportiva, en equipos con proyectos más sólidos, pero con menos salario.
Nuestra liga tampoco se salva. Equipos de mitad baja de la tabla se han vendido o se han dejado comprar por los petrodólares, ocasionando cismas entre el club y una afición que ve como se pierde la identidad del propio equipo. El Getafe fue adquirido recientemente por un grupo financiero llamado Royal Emirates Group que compró la sociedad anónima deportiva del club, pasándose a llamar Getafe Dubai-Team. En Málaga, el jeque Al-Thani, cuyo primo posee el PSG, compró el club homónimo el verano pasado, y con una gran cantidad de millones invertidos, cerca de 60 en dos años, ha confeccionado un equipo con grandes jugadores y ha logrado altas expectativas para el club, ilusionando a su afición y vendiendo masivamente localidades en su estadio. Es la cara buena de los petrodólares. La mala la pudo vivir el Racing de Santander el año pasado, que vio como se hacía cargo de su deuda un empresario indio llamado Ali-Siyed, un hombre que cogió con alegría el club y que prometió garantías de pago para la plantilla, pero que en unos meses intentó vender y desentenderse de su deuda.
Este es el nuevo fútbol, el petrofútbol, un modelo que ha crecido exponencialmente los últimos diez años, y que parece que con la cantidad de deudas y de problemas económicos de los equipos europeos, va a seguir creciendo, ocupando los capitales de cada vez más equipos, y quien sabe, transformando la identidad del fútbol tal y cómo lo conocemos. Pero con una verdad que no podrán cambiar: los títulos no se ganan con dinero, sino con compromiso.
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