Desde hace varios años, el mundo del fútbol está siendo mezclado con la política por culpa de varios hechos ilógicos.
Parte de culpa de que la política esté en el deporte rey la tiene el expresidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta. Desde su llegada a la presidencia, los hechos políticos y sus opiniones se multiplicaron. La primera manifestación del club llegó en el Camp Nou, en un partido en el que enfrentaba al equipo blaugrana contra Osasuna. En el descanso, varios empleados del club sacaron una pancarta sobre Els Països Catalans en los que se incluía a la Comunidad Valenciana, lo que molestó y mucho en la ciudad del Túria. En la parte deportiva, el que fuera presidente del Valencia CF, Jaume Ortí, criticó el acto afirmando que fue una “reacción cobarde de Laporta”. En la parte política, Esteban González Pons ejerciendo de portavoz del Consejo valenciano, pidió una sanción “para quien se tenga que sancionar”. A modo de respuesta, el conjunto ché disputó su partido ante el Sevilla con la camiseta de la Senyera.
Fue la primera de muchas polémicas surgidas por parte de Laporta. La apología sobre la independencia de Catalunya fue siempre su santo y seña. Muchos consideraron que el presidente del Barça utilizaba al equipo como plataforma para dar el salto a la política. Y el tiempo les dio la razón. El principal problema de su defensa independentista fue la animadversión que creó hacia los propios seguidores culés de diferentes partes de España. El caso más sonado fue la discusión de Laporta con el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, culé declarado, al que insultó varias veces llamándole imbécil.
Pero no todos los problemas los causa una persona. Vivimos en un país en el que por llevar una bandera española te tildan de fascista o por sacar la bandera de tu ciudad eres un independentista. Y ni todo es blanco, ni todo es negro. El primero que sufrió el caso de las banderas fue el jugador actualmente del Getafe, Arizmendi. El madrileño, en su época como jugador del Deportivo de la Coruña, fue visto en la celebración de los Juegos del Mediterráneo del 2005 con la bandera de la época franquista. La polémica fue brutal. El entrenador en ese equipo fue Ginés Meléndez, quien tuvo ayer otro problema con banderas.
El siguiente caso está relacionado de nuevo con el Barça. En el ya mítico 2-6 en el Madrid-Barcelona, Puyol marcó un gran tanto y lo celebró besándose el brazalete de capitán donde luce la bandera de Catalunya. Mucha gente lo tomó a mal incluso afirmando que fue una provocación. Luego, el capitán salió a rueda de prensa para decir que fue una dedicatoria especial dando así carpetazo al asunto.
Y el último problema por las benditas banderas surgió ayer. En la celebración del título europeo de la Sub 19, Muñiz, nacido en Gijón, sacó la bandera asturiana. El técnico Ginés Meléndez reaccionó de una manera ilógica e inconsciente y, básicamente, le arrancó la bandera y se la llevó. Los emblemas españoles, ni tocarlos. ¿Qué problema hay en sentirse orgulloso de tu lugar de nacimiento? Cuando la absoluta venció a Alemania en la Euro 08, Palop sacó la Senyera valenciana y Sergio Ramos la bandera andaluza. Nadie dijo nada, nadie se quejó. Cero polémicas.
¿De quién es el problema? En un deporte como el fútbol no hay que criticar las ideologías de cada jugador, sino su profesionalidad. Y eso en todos los trabajos. Pero cuando un diario deportivo de los más leídos, publica en portada que “los jugadores catalanes de la selección no sienten los colores” por llevar las medias bajadas, tapando el emblema de la sección, algo falla.
Cuando las cosas son distintas no se pueden unir forzosamente. El fútbol es un deporte que genera muchas pasiones y, desgraciadamente, ha generado muchas batallas y peleas indignas del mundo deportivo. Si a eso le sumamos las diferencias políticas, podemos crear un cóctel de rápida explosión.
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