OPINIÓN

Pensar a lo grande…

Isabel Suárez | Jueves 16 de octubre de 2014

Qué fácil es olvidarnos de nosotros mismos en este momento, el tiempo que tenemos está saturado de información que nos llega por todas las vías posibles.



Estamos tan saturados de acciones por hacer que cuando tenemos un rato “libre” en el que no tenemos ninguna obligación decidimos perder ese tiempo que nos “sobra”, y preferimos tirarnos a ver la televisión o conectarnos, si no lo estábamos ya, a las siempre absorbentes redes sociales. Digo si no lo estábamos ya porque ahora mismo vivimos en un mundo en el que estar conectado es vital, si no estás conectado no estás en el mundo. Perdemos una cantidad ingente de tiempo, un tiempo vital de nuestras vidas que nos quita una gran cantidad de energía, energía que podríamos dedicar a otras cosas que realmente nos llenen.

Sólo es necesaria una palabra para dejar de hacer aquello que te hace sentir bien, no, bien no, genial, son esas pequeñas nueve letras capaces de hacer que dejes todo, una sola palabra: “Conéctate”. Y nosotros nos conectamos. Puedes tener mil conversaciones, incluso después de que la persona que realmente quería hablar contigo ya se haya ido, seguimos conectados, no podemos evitarlo, ya estamos conectados, inicias nuevas conversaciones y cuando te quieres dar cuenta has perdido varias horas en una diminuta pantalla que entra en el bolsillo del pantalón. Porque sí, con los increíbles Smartphone, los móviles inteligentes, llevas la conexión contigo a todas horas. Es común ver ahora mismo grupos de jóvenes en el que se tienen más conversaciones por BlackBerry, iPhone y demás móviles inteligentes que entre los mismos amigos del grupo. Ya no se llama por teléfono para comunicar una noticia importante, ahora esperas a que la persona conteste en cualquiera que sea el tipo de mensajería instantánea que tenga en su móvil (BB mesenger, whats app…).

De este modo, ya no estamos valorando únicamente la pérdida del tiempo, sino también la pérdida de la vulnerabilidad humana y del valor de la confianza, nos escondemos tras una pantalla y evitamos que conozcan nuestras reacciones reales. A la salida de los colegios ya no se escucha la común frase entre las niñas de: “Llámame luego”, sino que escuchamos: “Escríbeme y me cuentas”, incluso a edades cada vez más tempranas, niños que aún juegan con accion-man y niñas que todavía no han dejado atrás sus barbies… Ya no basta con colgar el teléfono para dejarle claro a una persona que no quieres hablar con ella, tendríamos que aislarnos en una habitación cerrada sin cobertura ni acceso a Internet para evitar tentaciones de conectarte y que pueda seguir molestándote.

Es increíble aún así lo difícil que puede resultar estar solo, solo con tus pensamientos, es prácticamente imposible pensar de forma individual. Se pierde cada vez más el interés por lo real y basamos nuestra vida casi en una imagen virtual, fotografiando cada instante que queremos que el mundo vea, porque todos tenemos nuestra imagen en el mundo, y esa imagen a la vez nos sirve de coraza, de fortaleza. Somos soberanos de un reino solitario en el cual nadie puede entrar…

Vemos que hay varios problemas derivados del exceso de comunicación que no comunica nada en realidad, que puede llevarnos incluso a la pérdida de nuestra propia identidad. Y en los ratos que no vivo conectada muchas veces pienso, ¿hasta dónde vamos a llegar? El mundo es grande y hermoso, salgamos a explorar lugares extraños y descubramos la belleza por explotar que nos haga mover el mundo, porque nosotros somos el futuro, y el futuro será lo que nosotros queramos que sea, hagamos del mundo algo brillante.


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