ECONOMÍA

No a 1112 kilómetros

Jueves 16 de octubre de 2014

“Lamentable e inaceptable”. Dos palabras con las que definen a la España de 2011 en el Eurogrupo. Aunque reconocen la buena dirección de las reformas, desde Bruselas insisten en más y más medidas: les importan ya tanto o más los números que las personas.



Todo el que acostumbre, un domingo por la tarde, a sentarse en un sofá y ver una de esas películas de sobremesa no tardaría en acertar si le preguntan en qué parte del edificio están los despachos de los que mandan. De hecho, muy al uso a una pirámide estamental, es como si desde la recepción hasta el ático los niveles de responsabilidad se fuesen sucediendo unos a otros; y siempre con un ejemplo gráfico y común: el desconocimiento absoluto de las últimas plantas sobre lo que sucede en las de abajo.

El ministro de Economía y Competitividad, Luís de Guindos, debutaba ayer en el seno del Eurogrupo (reunión que agrupa a los responsables de economía de cada uno de los estados miembro, con la excepción ahora de Gran Bretaña) recogiendo lo sembrado en los últimos años por el anterior Ejecutivo: desconfianza y palabras nada suaves dirigidas contra nuestra economía.

Primero, el comisario de Asuntos Económicos y Financieros y vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, quien rechazó de pleno la petición hecha por De Guindos para revisar los objetivos de déficit de los dos próximos años para España. Algo comprensible desde el punto de vista español, teniendo en cuenta que esos cálculos se hicieron en un contexto de crecimiento económico, situación desde ayer utópica una vez el Banco de España publicase la contracción de nuestra economía durante el próximo bienio. Y, sin embargo, completamente ilógico para el comisario Rehn, quien ve en un nuevo retraso con los objetivos marcados la prueba para los mercados de que su desconfianza en la economía española está fundada.

Un discurso al que se sumaron el resto de países de la eurozona y han reclamado al nuevo gobierno popular prioridad en la reforma laboral y la inmediata aprobación de los Presupuestos Generales de 2012. “Es esencial que el Gobierno español, con el apoyo de su amplia mayoría parlamentaria, restaure la confianza en la sostenibilidad de las finanzas públicas", matiza el comisario económico. Una mayoría, sin embargo, elegida por y para los españoles y no tanto por y para los mercados. Aunque, una vez más, el golpe de gracia vino hacia el final cuando, de esa última planta del edificio, bajó el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, para tachar de “lamentable” que España incumpliera su techo de déficit para 2011 (marcó un 8% en lugar del 6% pactado) y apostillar su intervención calificando como “brecha” la distancia que separa a nuestro país de alcanzar sus objetivos.

Distancia, sin embargo, son los 1112 kilómetros que separan la rue Charlemagne de nuestro paso fronterizo más septentrional. Del mismo modo que son comprensibles las exigencias de una UE quemada con los países “tramposos” como España, también lo son los tiempos que estos países necesitan para no autodestruirse. La escala entre el cumplimiento de los objetivos y la situación socioeconómica de cada país no debería rebasar límites que sean contraproducentes a largo plazo en pos de una recuperación lo más inmediata posible. A Bruselas e Irún las separan mucho más que un millar de kilómetros; las separa el desconocimiento de la primera hacia la segunda, la profundidad real de las reformas que son necesarias, el tiempo que lleva aplicarlas o, definitiva, lo que sucede en la planta de abajo.